domingo, 8 de septiembre de 2013

FETICHISMO O SENTIDO COMÚN

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Postal de felicitación de los años 20, de fabricación francesa.

Los armarios de las abuelas siempre dan mucho de sí. De niña me encantaba jugar con todos los objetos que se escondían en aquellos rincones. Cajas, que entonces me parecían enormes, llenas de viejas postales, de viejas fotos, de viejos libros: los de mis padres y los míos de cursos anteriores.
Ayer volví al armario de la abuela, y volví a encontrar otro cachito de la magia que sigue escondiendo.
La magia con sus secretos. Incluso esos que los mortales nos llevamos a la tumba.
Encontré algunos de mis viejos libros. No los que siempre me acompañan en mis estanterías de todas las casas que he habitado.

Enlace permanente de imagen incrustadaMis libros de COU.

 No. Otros más antiguos, de mi lejana EGB. De ellos también aprendí mucho, y los conservo. Porque aprendí mucho en ellos, con los maestros que tuve, y también aprendí a respetar el conocimiento que me procuraban. Por eso los conservé: porque conservar el libro era también conservar el conocimiento que había dentro de él. Y que perdura dentro y fuera de mí, mientras que me asista la consciencia.
Ahora veo los bancos de libros. Escucho conversaciones de madres. Por ejemplo, hace dos días en el autobús: hablaba por teléfono con alguien a quien le contaba que los libros que le habían "tocado" a su hijo estaban llenos de escritos con bolígrafo, olían a tabaco rancio, tenían manchas de grasa... En fin, que estaban mugrientos.
Me paseo por centros educativos donde los alumnos y sus padres compran y venden los libros en los que han aprendido durante todo un curso. Se desprenden de ellos como si fueran una enfermedad. Ellos no los guardarán en las estanterías treinta años después. Y tampoco guardarán lo que aprendieron con ellos, porque lo meterán todo en el mismo saco: el continente y el contenido.
Y así nos va. Y así nos irá.
Existe una cosa que se llama BECA. Cuando yo era niña, y mucho después también, las familias que no podían pagar los libros tenían una beca. Recibían los libros gratis. No prestados para ser devueltos. No. Eran para ellos. Y los conservaban. Y los apreciaban como fuente de conocimiento que no caducaba en junio. Y las familias que podían pagar los libros los compraban.
Y todos los niños tenían SUS libros. Porque así debe ser. Que el continente y el contenido no se diferencian tanto.
Ayer encontré mis viejos libros en el armario de mi abuela. Los toqué. Los abrí, los olí. Guardaban mi olor de entonces, el de mi familia, el de mi casa.
También encontré viejas postales de felicitación de mi abuela. De papel coloreado. Postales llenas de viejas historias.

Enlace permanente de imagen incrustadaAños 20, fabricación española.


De viejos secretos.
De palabras y de papel que permanecen en el tiempo. Con su pátina, su perfume y su realidad.
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Postal de felicitación de los años 20. De fabricación francesa.