martes, 10 de septiembre de 2013

ÓPERA, VERDI, CONCURSO, UN CAPUCCINO...


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Ayer se inauguró la Exposición sobre Verdi, organizada por la Asociación de Ópera de Aragón, que preside Alejandro Martínez. Pudimos disfrutar de vestuario operístico verdiano, de hermosas fotografías del compositor y de representaciones, de filmaciones históricas, de discografía, libretos, programas de mano, carteles de época en los que figuraba Miguel Fleta, por ejemplo...
Y magníficas explicaciones sobre el compositor, la época y su obra.
No se la pierdan. Está en Aragonia.
No me gustan los grandes centros comerciales convertidos en sustitutos de la plaza del pueblo, o de la Calle Mayor, pero es lo que hay. En Aragonia vi por primera vez a Jonas Kaufmann. No en carne y hueso, ya lo siento yo, no, cantando la histórica TOSCA del Covent Garden, en casi directo. Así que ya ven, en los centros comerciales pasan cosas mágicas también.
Y ahora, Verdi. Nada más y nada menos.
Disfrutarán la exposición.


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Antes no me gustaba el café. Bueno, sigue sin gustarme su gusto amargo. Para amarguras ya tenemos bastantes a nuestro alrededor, sin necesidad de metérnoslas en boca, que no en vena. Pero en los últimos veranos, me he aficionado al capuccino. Cuando llegamos a una plaza mayor, de pueblo o ciudad, nos gusta sentarnos, disfrutar del ambiente, aterrizar unos minutos en el lugar antes de emprender el primer paseo. Y nada mejor que hacerlo ante un buen capuccino. Lo malo es que fuera de Italia no es tan fácil encontrar eso, un buen capuccino. Yo estoy contenta porque, por fin, he encontrado uno muy bueno, que puede competir con los que me tomo cuando voy a Genova, en la via XX de settembre que son, casi todos, deliciosos. Y este en Zaragoza, en un lugar por el que paso muchas veces. Entre exposición de Verdi y concierto operístico, un buen capuccino es una buena invitación a los placeres, pequeños, que nos podemos permitir, en este mundo en el que tanta gente mete la pata y nos amarga, si no el café, si la leche.

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Este es el Auditorio de Zaragoza, donde estas tardes se puede disfrutar de muchas voces maravillosas, de cantantes jóvenes de ópera que vienen de todo el mundo para participar en el Concurso Internacional Montserrat Caballé. Si esto no fuera Zaragoza, o España, la noticia saldría en el Telediario, porque el evento es importante y lo merece. Pero aquí estamos muy entretenidos en dar cobertura a la corrupción y a desastres varios y variados, en vez de detenernos, aunque sea un poquito, a hablar de las cosas buenas que pasan. Jóvenes sacrificados que viajan de allende los mares para cantar en Zaragoza. Aquí. Y casi nadie les hace caso.
Un jurado internacional que se pasea por Zaragoza, que pone sus pies por esta ciudad, y que nadie les hace caso.
El año pasado paseó por la ciudad nada menos que Cheryl Studer, la grandísima soprano, miembro del jurado. Nadie se enteró. O casi nadie.
Hace dos años, fue Elena Obratzova, una de las más grandes mezzosopranos de la historia de la humanidad, también se paseó por Zaragoza y saludaba amablemente al público que asistíamos a las eliminatorias del concurso. Casi nadie se enteró, porque aquí, estamos tan acostumbrados a mirarnos el ombligo, que no nos damos cuenta de las cosas, importantes, que pasan a nuestro alrededor. O sea, en el verdadero ombligo.
Por ejemplo, estos días en el Auditorio.
Si pueden acudir, no se lo pierdan. Que además, las eliminatorias y la semifinal, son gratis.
Ya ven...